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Vuelo de Helicóptero ó de Águila

febrero 02, 2017

Vuelo de Helicóptero o de Águila?                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

Madrid, 14 de enero de 2017

Los helicópteros tienen muy buenos atributos, principalmente si se trata de salvar vidas en zonas de alto riesgo.

Si tu hijo te ve como si fueras un helicóptero entramos en una serie de atributos paternos no tan certeros. Pasamos de la época de nuestros abuelos que se les enseñó que lo mejor para el niño era no hacerle ni caso, a la sociedad moderna actual, que con mayor información se vuelve a tropezar en temas de crianza. Nos estamos volcando, sin darnos cuenta, a la HIPER-PATERNIDAD, un poco arrastrados de manera inconsciente por el torrente de información, a veces, no tan ideal que se encuentra por la red. A la paternidad de hoy día, en ocasiones, le esta costando ubicarse en un punto medio entre lo de antaño y la tan idealizada modernidad.

El término “padres Helicópteros” viene del año 1969 cuando el psicólogo Haim Ginnott escribió en su libro Between Parent & Teenager “mi madre sobrevoló sobre mí como si fuera un helicóptero”. Más tarde, en el inicio del siglo actual se volvió a tener en cuenta para hacer referencia a un fenómeno que se va desarrollando en familias de clase media y media-alta.  Los padres helicópteros son aquellos que se preocupan en demasía por sus hijos hasta el punto de ser tóxico. Se asume un rol hiper-protector y da esa sensación al niño, el “padre” sobrevuela permanentemente sobre su hijo esperando el momento justo para emprender una operación de rescate cuando su retoño se encuentre en el mínimo signo de “peligro”.

Hoy esperamos mucho de los niños! Queremos que sean inteligentes y con buenas cualidades físicas pero sin un buen equilibrio emocional de la lógica, la disciplina, la capacidad para superar las frustraciones, la confianza en uno mismo, el cariño y respeto de sus iguales no conseguirán triunfar en nuestro mundo.

Deseamos lo mejor para nuestros hijos y queremos que sean brillantes pero sin que tengan que esforzarse facilitándoles todo y ahÍ precisamente es donde radica el error, el peligro!!! de los padres.

Los niños en el camino de su desarrollo hacia la edad adulta marcan hitos. En ese camino van tomando de cada experiencia vivida lo que van necesitando para desarrollar su auto-concepto y autonomía. Para que los niños sean felices y seguros, capacidades que tanto anhelamos como padres, debemos estimularles desde el nacimiento para que experimenten todos los sentimientos y emociones como la alegría, tristeza, ira, amor, triunfo y perdida; sin olvidar cualidades como la empatía, la curiosidad, la comunicación. Todo junto irán forjando su equilibrio emocional que es el requisito más importante para que el desarrollo intelectual y el talento brillante no se vean tambalear.

Un niño emocionalmente sano evoluciona y progresará superando determinadas etapas, acompañado y guiada por los adultos que estén a su cuidado (llámese padres, cuidadores, abuelos, tíos, educadores).

El día del nacimiento de un bebé se inicia la hoja de ruta hacia su desarrollo personal iniciándose en el:

       Despertar ante el mundo: Aprendemos a regularnos y a tranquilizarnos de acuerdo a la información recibida por los sentidos.

      Establecer contacto y relacionarse: necesario para que vaya “enamorándose del mundo” y así aumentar su necesidad de curiosidad por querer “aprender” todo lo que el mundo le ofrece

Y para que así sea deberá aprender a:

      Comunicarse: al comienzo mediante el llanto sonidos, luego por gritos hasta alcanzar la comunicación al completo (gestual y verbal)

      Solucionar problemas y adquirir conciencia de si mismo: desde que nacemos empezamos a solucionar problemas empleando los gestos, como ejemplo cuando el niño te coge la mano para llevarte al objeto que desea.

En todo proceso que viva un niño el adulto debe servir de guías o andamios que les contengan pero que no les ofrezcan todo resuelto. Ellos necesitan equivocarse, probar, llorar y saber encontrar un aprendizaje de cada frustración superada. Debemos hacer como el Águila que les “empuja” a aprender a volar su propio vuelo pero no te transformes en un helicóptero que les salve de todo peligro. Tumbémonos en el suelo con nuestros hijos o alumnos y juguemos o vivenciémos su mundo imaginario. Respaldemos sus amistades y atendamos sus intereses. Todas estas experiencias cotidianas y muchas más fomentarán la calidad de la empatía que ayudará a nuestro hijo o alumno a convertirse en un gran chico que descubra su talento y lo desarrolle y así, su capacidad intelectual fluirá sin límites, logrando ser esa “persona  feliz” que todo  padre espera ver en su “niño grande”.

Según Ginott: “Un buen padre, como un buen maestro, es el que se hace cada vez menos indispensable para los niños”. Y yo añado: “Por mucho que nos cueste en algunos momentos a los padres”

Después de esta lectura que eliges:

¿Helicóptero?   ó …,  ¿Águila?

Debatamos sobre esto. Os esperamos!

Team Cangurito

Quiero ser, Quieren que sea y…, Así soy yoLazos Entrelazados
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